jueves, 20 de abril de 2017

Julio A. Louis.Formación docente y laicismo

Formación docente y laicismo  


Julio A. Louis

“Los problemas que sí son específicos de la educación son la formación (y, por ende, la aptitud y actitud de los docentes), los […] de gestión y la interpretación del laicismo.” [1] Lejos de pretender reflexiones novedosas e indiscutibles, van algunas, sobre la formación y el laicismo, fruto de décadas de docencia en secundaria, formación docente y universitaria.


La formación docente 

La formación docente y el ejercicio de la tarea, debe pensarse en función del alumnado. Aunque parezca trivial, una base de mínimo acuerdo ideológico, sería propender a personas más aptas física, síquica y socialmente. Sin embargo, no es posible universalizar dicho acuerdo, desde que hay intereses que propenden al tabaquismo, al alcoholismo, a la drogadicción, a la mediocridad intelectual, al individualismo estrecho. No obstante, hay que hacer consciente al bloque popular de esas premisas mínimas. Saber que educar es formar personalidades, contribuir a seres más sanos, fuertes, ágiles, esbeltos, resistentes, hábiles, inteligentes, emocionalmente equilibrados, dotados de resiliencia para afrontar las adversidades.


Seres capaces de alimentarse mediante una ingesta adecuada de sustancias necesarias para la salud y evitar el consumo de las dañinas; capaces de encontrar el equilibrio entre el trabajo (manual e intelectual, sin que ninguno se considere superior), el esparcimiento y el descanso; capaces de leer, pensar, investigar, ser curiosos, escuchar, comprender a otros, ser hábiles en la transmisión de ideas y de afectos, favorecer la felicidad de otros; ser  capaces de evitar el dolor ajeno en todo lo que sea posible, de respetar la vida aún en sus más insignificantes formas, de respetar al diferente. Para todo ello, es crucial ejercitar la inteligencia emocional, en pos de seres solidarios, empáticos, evitando la agresividad. Alumnos agresivos, tristes, reprimidos, no aprenden bien y docentes con esas características, tampoco enseñan bien.


Para lograrlo, son los docentes los primeros que deben aprender a controlarse, a ser ejemplares como trabajadores, a estudiar para ser docentes y luego continuar en formación permanente, y a ser coherentes entre lo que se piensa, dice y hace. Tarea que debe abordarse ya, aunque sus resultados sean limitados sin otras diversas transformaciones.


Modificaciones básicas 

Se imponen modificaciones. La profesión docente, hoy degradada, debe ser apreciada, reconocida y que permita seleccionar a muy buenos estudiantes; se logrará no solo con buenas retribuciones, sino con estímulos morales, que la jerarquice. Además, solo en Primaria se exige título para trabajar. Hay un alto número de docentes no efectivos en la Enseñanza Secundaria y en UTU, que rondan entre el 30 y el 50% respectivamente. En Formación Docente, los cargos, en general, se proveen por llamados a aspiraciones. Con frecuencia, por ser cortas las listas de aspirantes que obtienen el puntaje mínimo requerido, se convoca a quienes no llegan a ese mínimo. Es improrrogable exigir la titulación en todas las ramas.


Para potenciar a la Enseñanza Pública a los buenos docentes hay que atraerlos con cargos bien remunerados y crear la modalidad de dedicación exclusiva con altas compensaciones para los mejores. Es inseparable de la formación docente la investigación. Se trata de estudiar con amplitud y profundidad, ser didácticos en la trasmisión, saber a quiénes nos estamos dirigiendo y poseer espíritu de búsqueda, de investigación. La disputa histórica entre Antonio Grompone y Carlos Vaz Ferreira, gestores respectivos del Instituto de Profesores y de la Facultad de Humanidades, a la luz de la experiencia, debe motivar una síntesis, hacia la cual parece apuntar la anunciada Facultad de la Educación.


La formación docente se basa en el estudio de las específicas diversas áreas de conocimiento, pero también en el estudio de la sicología y de la sociología, que aporta la visión de a quiénes y cómo nos debemos dirigir. Debe mover a la reflexión y a la investigación, y comprender a cabalidad, que no debe limitarse al saber adquirido en las aulas, sino sumar el de las calles, los campos, los espectáculos, etc. Por otra parte, en una época en que se prolonga la vida media, no se justifica el lujo de prescindir de los docentes fogueados por su límite etario. Se trata de saber, a cierta altura (por ejemplo, a los 70 años) si el docente dice “basta” o está dispuesto y en condiciones de asesorar a los más jóvenes, a ayudar en la investigación. 


El laicismo y su aplicación actual

El laicismo defiende la independencia del ser humano y de la sociedad de las influencias religiosas. La educación laica es una transacción, después de duros debates del liberalismo contra la Iglesia Católica por el control de la enseñanza. Aspira a reglamentar en los centros de enseñanza la prédica religiosa, evitando conflictos cuando hay posturas diferentes. Desde fines del siglo XIX, se excluye la enseñanza religiosa, pero no se la prohíbe. 


Cuando Uruguay se europeíza, y se pasa del “período oriental” al “uruguayo”, José Pedro Varela acepta conducir -bajo la dictadura militar de Lorenzo Latorre- la reforma escolar (1876-1879).  Juzga que “la mayoría del país es católica e ignorante” [2], por lo que hay que transar con la realidad. Por ende, su laicismo tiene alcance limitado, y por momentos lo reduce a que en las escuelas públicas no se enseñen dogmas religiosos. Y hasta admite la legitimidad de la enseñanza dogmática en escuelas religiosas, porque entre la carencia de escuela y una escuela con catecismo, la segunda es mejor. Saltando del siglo XIX al XXI llegamos a la propuesta del Dr. Julio María Sanguinetti de prohibir el velo islámico en las escuelas, propuesta basada en la “ley del velo” francés (2004). Amnistía Internacional cuestiona esa ley por violatoria de los derechos humanos.      


Partiendo del laicismo (solución transaccional, repetimos) juzgamos que es preferible que los dogmáticos usen velos o cruces a condición que convivan con quienes no los usan. En tiempos recientes, Uruguay ha aumentado los problemas, al autorizar la cruz papal en Bulevar Artigas, la estatua del culto de Iemanya, y, por si fuera poco, desde autoridades del oficialismo se les ha ocurrido la idea de una Plaza de las Religiones, desconociendo a los ciudadanos ateos, o promueven actividades místicas new age.[3] Aunque el laicismo no asegura por sí solo la eficacia de la educación, hay que defenderlo. Forma parte de la lucha por la hegemonía ideológica. Y detrás, como telón de fondo, debemos saber que quien controle la educación, diseñará el futuro e interpretará el pasado. Alerta trabajadores y sus aliados populares. La lucha es por sustituir el “yo” por el “nosotros” (Makarenko).       
jlui@vera.com.uy

“Sociedad y educación”. “Voces”. 20 de octubre de 2016
[2] José Pedro Varela. “La legislación escolar” (1876)
[3] Marcelo Aguiar Pardo. “El incienso es el mismo”. “ladiaria”, 31 de octubre de 2016.

Publicación Barómetro 14-11-16