Por Leandro Albani: Libia: violencia y cinismo para dividir a un país
Enviado por Barometro
Internacional el lunes, 17 noviembre, 2014 a las 11:56
El
horror no es una palabra caprichosa para definir lo que sucede en la
Libia actual. Como es sabido, el desgobierno, los enfrentamientos
armados y atentados, el permanente aumento en la cifra de muertos por
el conflicto interno que asola al país del norte de África, y la
confirmación de que esa tierra –que años atrás llegó a ser un
modelo de sociedad para el continente negro- es caldo de cultivo y
base de entrenamiento para mercenarios y terroristas que
desestabilizan a Medio Oriente, son los puntos constantes y
permanentes que cruzan a la nación.
Por
más que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto a otros
organismos internacionales alerten sobre lo que ocurre en Libia, y
por más que las potencias encabezadas por Estados Unidos, ahora
condenen el accionar de los terroristas que ellos financiaron y
respaldaron, la crítica situación en territorio libio continúa en
un espiral de violencia y caos que parece no tener fin.
¿Quién
gobierna en Libia?
Esta
pregunta podría tener varias respuestas. Libia hoy es gobernada por
la administración del primer ministro Abdulá Al Thinni, aunque el
gabinete se encuentra asentado en la ciudad de Tobruk (a 1.500
kilómetros al este de la capital), desde donde intenta controlar
(sin mucha eficacia) la crisis que vive el país. El gobierno de Al
Thinni, que fue elegido por la Cámara de Representantes, tiene el
reconocimiento de la ONU y de varios países.
Mientras
tanto, en Trípoli, capital del país, el control lo mantiene un
grupo de milicias islamistas. En la ciudad funciona la Asamblea
General Nacional, que también eligió a su primer ministro, Omar Al
Hassi. Las milicias que tomaron Trípoli provienen de la localidad de
Misrata, uno de los principales puntos desde donde surgieron los
grupos armados, apoyados por la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN), que derrocaron al líder libio Muammar Al
Gaddafi y dejaron cientos de miles de civiles muertos en los ocho
meses que duraron los bombardeos de la alianza atlántica en 2011.
A
su vez, en la segunda ciudad en importancia del país, Bengasi, el
gobierno de Al Hassi debe lidiar con el ex general pro estadounidense
Jalifa Hafta que, luego de un fracasado golpe de Estado, levanta las
banderas de la lucha contra las facciones islamistas. Bengasi, en el
cual se haya el principal puerto libio, es un botín preciado por su
riqueza tanto comercial como de recursos naturales.
A
esto se suma el poder desplegado por otras milicias islamistas que
operan en localidades como Zintan o Sirte, y el poder real que
todavía ostentan las principales tribus del país (en total existen
140), como el caso de Warfallah, integrada por alrededor de un
millón de miembros.
Cada
uno de estos polos de poder cuentan con dos elementos fundamentales:
armamentos y apoyo exterior, tanto de las monarquías del Golfo
Pérsico, Egipto y las potencias occidentales.
División
y más división
Si
algún ingrediente faltaba al desgobierno que reina en Libia, el
Tribunal Supremo de Justicia de Trípoli lo agregó sin demasiadas
vacilaciones. La semana pasada, el organismo declaró
inconstitucionales las sesiones que celebró el Parlamento confinado
en Tobruk. El dictamen del Tribunal estipula la disolución de ese
poder legislativo así como la invalidación de las decisiones que ha
tomado hasta el momento.
Pero
como si fuera poco, este jueves se conoció un mensaje emitido por el
jerarca máximo del Estado Islámico (EI), Abu Bakr Al Baghdadi que,
según agencia de noticias internacionales, anunció que el Califato
que encabeza se extenderá desde Siria e Irak a Arabia Saudita,
Yemen, Egipto, Libia y Argelia.
Aunque
la veracidad de este anuncio es cuestionada, no parece extraño que
las garras del EI lleguen a Libia, básicamente porque centenares de
mercenarios que combaten en sus filas fueron entrenados en ese
territorio. La existencia en Libia de grupos islámicos vinculados a
Al Qaeda o que profesan el Islam más ortodoxo y conservador no es
una noticia nueva. El propio Gaddafi, comenzada la crisis en su país,
denunció que Al Qaeda operaba en territorio libio. Estados Unidos,
autodenominado el “cazador número uno de terroristas en el mundo”,
no hizo nada. Es más, las bombas y misiles de Washington apuntaron
contra el gobierno libio, que en apenas ocho meses fue derrocado,
además de ser diezmada la población.
Atentados
y cinismo
En
lo que va de esta semana, el escenario libio profundizó su situación
de violencia. Algunos hechos ocurridos en los últimos días
demuestran el caos que atraviesa la nación:
-Dos
atentados ocurrieron ayer frente a las embajadas de Emiratos Árabes
Unidos y Egipto, ubicadas en Trípoli.
-El
miércoles, al menos ocho personas murieron y 26 resultaron heridas
en diferentes ciudades del este del país, controladas por el
gobierno de Tobruk.
-El
martes, autoridades libias hallaron decapitados en la localidad de
Derna a los activistas Siraj Ghatish, Mohamed Battu y Mohamed Al
Mesmari. Los tres jóvenes difundían por las redes sociales lo que
sucedía en su ciudad. Desde 2012, Derna es disputada por tres
grandes milicias islámicas: el Consejo de la Shura, los Mártires de
la Brigada Abuslim y una rama local de Ansar Al Sharia.
-El
domingo, un triple atentado fue ejecutado en la ciudad de Shahat, al
este del país, mientras se desarrollaba una reunión entre el primer
ministro Al Thini y el enviado especial de la ONU para Libia,
Bernardino León. La Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia
(UNSMIL) aseguró que el atentado “no afectará” a sus trabajos.
La
profunda división del país quedó en evidencia el pasado 7 de
noviembre, cuando el grupo irregular encabezado por Ibrahim Jathram,
declaró que si el Parlamento en Trípoli es respaldado a nivel
internacional “nos veremos obligados a declarar la independencia
del este de Libia”.
Aunque
la injerencia extranjera en Libia fue comprobada y se convirtió en
la punta de lanza para derrocar al gobierno de Gaddafi, las
administraciones implicadas en el financiamiento y entrenamiento de
mercenarios y grupos armados ilegales, se pronunciaron sobre la
situación del país. España, Alemania, Canadá, Estados Unidos,
Francia, Italia, Malta y Reino Unido emitieron un comunicado conjunto
en el cual se declaran “profundamente preocupados” por la
“polarización política” en la nación africana. Los gobiernos
de esos países se comprometieron a “ayudar a los libios en este
momento difícil” y señalaron que los “desafíos” actuales
“requieren soluciones políticas”.
El
cinismo, por lo visto, sigue rigiendo la política exterior de
Estados Unidos y de sus aliados europeos.
leanalbani@hotmail.com
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