Sergio
Rodríguez Gelfenstein: ¿Una nueva guerra fría?
Enviado por Barometro
Internacional el martes, 14 octubre, 2014 a las 20:51
Hace
unos días, exactamente el 2 de octubre pasado, el vicepresidente de
Estados Unidos, Joe Biden afirmó que el gobierno del presidente
Barack Obama obligó a los países de la Unión Europea (UE) a
imponer sanciones contra Rusia, con el objetivo de contrarrestar la
activa diplomacia de ese país en el conflicto interno de
Ucrania. Con el mayor desparpajo, Biden admitió que los países
europeos "no lo querían hacer” pero que esa decisión
cuestionaría el liderazgo de Estados Unidos, por lo que “el
Presidente insistió”. De acuerdo a medios internacionales,
en el Foro John Kennedy, en la Universidad de Harvard, el
vicepresidente explicó que Obama se había visto obligado “…a
poner a Europa en una situación embarazosa para que asumiera el daño
económico y obligara a pagar a Rusia".
La
propia Secretaria de Estado adjunta para Europa, Victoria Nuland,
quien se hiciera famosa por su expresiva oratoria cuando dijera “¡Que
se joda la Unión Europea!” reiteró que “… Washington reconoce
que las sanciones impuestas contra Rusia afectan a las economías
europeas”
Esto
no sería sorpresa cuando se trata de la política exterior de
Estados Unidos, si no fuera porque los países presionados son sus
principales aliados en la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) la mayor alianza militar del planeta. Sin embargo, como
ya ocurrió cuando sus líderes fueron espiados por la potencia
norteamericana, los miembros europeos del pacto hicieron silencio y
asumieron sumisos esta nueva ofensa que se va transformando en forma
habitual del comportamiento internacional estadounidense.
Esta
situación ha llevado a algunos analistas a afirmar que el mundo se
encamina nuevamente a una estructura bipolar del sistema
internacional, similar a la que existió en el planeta hasta 1991. El
desembarazo con el que Estados Unidos se vincula con sus aliados hace
alusión a una relación de subordinación más que a un lazo
horizontal entre sujetos similares.
Estados
Unidos ha obligado a sus socios europeos, además de Canadá, Japón
y Australia a establecer rígidas sanciones que sólo perjudican,
-una vez más- a quienes tienen una cercana relación de vecindad y
una economía mucho más interconectada con el gigante euroasiático.
Eso no pareciera importarle mucho a Obama y su gobierno.
En
esa medida, la OTAN teledirigido por Estados Unidos ha asumido la
vanguardia en las acciones más relevantes contra Rusia. A pesar que
en el espectro mediático se hace alusión con mayor fuerza a las
medidas de carácter económico, el pulso del conflicto viene dado,
en realidad, por las decisiones de orden militar que colocan al viejo
continente en una verdadera encrucijada cuando se otea en el pasado
el recuerdo de las dos guerras mundiales que se desarrollaron durante
el siglo XX en territorio europeo sin que Estados Unidos haya sido
involucrado en su espacio continental, posibilitando con ello su
consolidación como primera potencia mundial.
Todo
indica que las medidas actuales apuntan a lo mismo, salir de la
crisis, debilitando a sus aliados, en primer lugar fortaleciendo el
dólar respecto del euro y generando economías debilitadas que
necesiten de la “ayuda estadounidense”, frente al “peligro de
la expansión rusa”. El supuesto enemigo ha mutado su orientación
ideológica respecto del siglo pasado pero sus ambiciones de
propagación mundial se mantendrían incólumes según, lo advierten
avezados analistas que dan pie a la locura imperial estadounidense.
Así,
la OTAN ha pasado de un Secretario general incendiario como lo era el
danés Anders Fogh Rasmussen a otro brutalmente belicista, el noruego
Jens Stoletenberg, quien según Fidel Castro, destila odio en su
mirada, cuando intenta profundizar las condiciones de conflicto en el
continente, e incluso fuera de él, al asumir de manera sumisa
los dictados estadounidenses respecto de cómo manejar la política
contra Rusia. En uno de sus primeros viajes después de la asunción
de su nuevo cargo fue a Polonia para afirmar que la OTAN “puede
desplegar sus tropas donde quiera”, lo cual es violatorio de
acuerdos internacionales suscritos por la OTAN y Rusia. Sus
declaraciones ponen en ascuas el derecho internacional, de manera muy
particular aquellos instrumentos que sostienen la paz en las
condiciones de transición del mundo unipolar, echando más fuego a
la hoguera que se ha prendido en Ucrania y que por todos los medios
se intenta apagar como lo atestigua la reciente decisión del
Presidente Putin de retirar las tropas que se mantenían en la
frontera entre los dos países.
Sin
embargo, la suposición de que estaríamos volviendo a una nueva
guerra fría y con ella a una novedosa bipolaridad Rusia-Estados
Unidos, choca con la realidad de los últimos años que ubica a China
como un poder emergente que es imposible obvia, toda vez que se ha
ido transformando en el verdadero actor internacional que está
retando la hegemonía actual. El fortalecimiento de la alianza
ruso-china durante los últimos años se erige en un verdadero
valladar a las ambiciones de supremacía estadounidense.
En
todo caso, si de nueva bipolaridad se hablara, sería de una que en
primera instancia tendría un polo bicéfalo constituido por China y
Rusia, tras del cual estaría el grupo BRICS, estructurado a partir
de países que juegan un real liderazgo en Asia, África y América
Latina. Junto a ello las dos potencias, han fortalecido la
Organización de Cooperación de Shanghái y la Alianza Euroasiática
que se ha crecido esta semana con el ingreso de Armenia. Así mismo,
China y Rusia han firmado un gigantesco acuerdo bilateral de comercio
y cooperación económica para los próximos 20 años, que además va
a utilizar sus instrumentos monetarios (el yuan y el rublo) como
monedas de intercambio, en lo que podría ser el preámbulo de
una nueva era en que el dólar paulatinamente comience a ser dejado
de lado como dinero internacional para las transacciones económicas.
sergioro07@hotmail.com
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