lunes, 14 de marzo de 2016

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein: Un verdadero peligro. Turquía amenaza a amigos y enemigos


 

Un verdadero peligro. Turquía amenaza a amigos y enemigos

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Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

El pasado martes 8, el mundo conmemoró, una vez más, el Día Internacional de la Mujer, diversos actos, marchas, concentraciones y eventos de todo tipo se realizaron en todos los confines del planeta…bueno, en casi todos, porque como señala el activista turco Mehmet Tarhan en entrevista con Leandro Albani para “Resumen Latinoamericano”, “…todas las manifestaciones en Turquía por el Día Internacional de la Mujer fueron prohibidas y quienes se manifestaron fueron reprimidos”.

En ese marco, dos días después de la conmemoración en honor de las mujeres, el 10 de marzo, en un acto público en Ankara dedicado a los sultanes otomanos, la esposa del presidente turco, Emine Erdogan dijo que “El harén fue una escuela para los miembros de la dinastía osmanlí y una institución educativa para preparar a las mujeres para la vida”, desatando críticas variadas por lo que supone una afrenta a las mujeres y una exaltación del régimen otomano.

El comentario no podría pasar inadvertido por ambas razones, en primer lugar por la glorificación de parte de la Primera Dama turca, a un sistema aberrante para la integridad de las mujeres, pero, de la misma manera, por la no disimulada muestra de alegoría y alabanza al imperio otomano, cuya resurrección, -según diferentes opiniones- está en el trasfondo y orienta la política del jefe de Estado Recep Tayyip Erdogan. Sus continuas manifestaciones en torno a “proteger a personas de origen turco”, aunque sean ciudadanos de otro país, encubre su ambición expansionista generando peligro para su entorno.

No obstante, el apetito por la propagación de Turquía y sus intereses de ejercer predominio en su zona inmediata de influencia a fin de revivir el imperio otomano, no es nuevo en el país, ni se inició con Erdogan. El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética, -auténtico valladar que durante la mayor parte del siglo XX frenó las aspiraciones turcas- coadyuvaron a la posibilidad de que Turquía comenzara en la última década del siglo pasado a incrementar su influencia en Asia central y las cercanías del mar Negro. En ese marco, Turquía apostó por el ejercicio de un influjo mayor en esa región, pero también en Europa.

El colapso de la Unión Soviética, le permitió, en primera instancia, volver a hablar del acercamiento y unidad de los turco hablantes, concepto que incorpora hasta 85 millones de ciudadanos que hablan lenguas túrquicas ubicados en Azerbaiyán, Kazajistán Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán (todas ex republicas soviéticas de Asia central) pero también en Rusia, China e Irán en Asia y, Bulgaria, Rumania, Ucrania, Macedonia y Grecia en Europa, sin contar la emigración turca en Alemania, unos 2.7 millones de habitantes, alrededor del 4% de la población del país germano.

A pesar de la debilidad de los gobiernos rusos, -que sucedieron a la Unión Soviética- en la década de los 90 del siglo pasado, tuvieron la visión suficiente para tomar medidas desde ese momento que contrarrestarán el ímpetu expansionista turco. Por ello, entre otras cosas, la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la firma del Tratado de Tashkent sobre Seguridad Colectiva de 1992, firmado entre Rusia y varios nuevos países de Asia Central. De la misma manera, Rusia estableció claras limitaciones a las intenciones turcas de intervenir en el conflicto del enclave azerí de Najichevan.

El imperio otomano, que tuvo su centro en Constantinopla (actual Estambul) en Turquía, se extendió por el Medio Oriente, el Mar Negro y los Balcanes, imponiéndose en los territorios conquistados a través de la ocupación militar, aunque en algunos casos aceptó gobernantes, sistemas jurídicos y religiones locales, característica muy típica de los imperios antiguos en regiones de la periferia, alejadas de los centros políticos importantes. Sin embargo, en su apogeo asumió políticas de limpieza étnica que tuvieron continuidad en la Turquía actual devenida Estado-nación después de la primera guerra mundial.

En la actualidad, ese talante agresivo, esa manifiesta voluntad belicosa y ese ideal imperial de lo que fue el Imperio Otomano se expresa de múltiples formas. En primer lugar, el inveterado ardor con que niegan el genocidio de entre un millón y medio y dos millones de armenios que el gobierno turco realizó contra ese pueblo entre 1915 y 1923. El mundo entero rechaza la explicación que da Erdogan al respecto, sólo se reclama el reconocimiento de la masacre y el pedido de disculpas por ella. Pero, el presidente turco niega terminantemente una y otra vez el carácter planificado del exterminio, por el contrario, critica a quienes lo instan para que reconozca la dimensión genocida de esta matanza. El propio Papa Francisco, que caracterizó de genocidio estos hechos recibió una “andanada” de Erdogan: “Si los políticos o los religiosos hacen de historiadores, no vamos a llegar a hablar de la realidad, solo serán delirios” y remató cual matón de barrio, con una amenaza “Condeno al Papa y quiero advertirle. Espero que no vuelva a cometer un error de este tipo”.

Ante los hechos actuales, cuando Turquía en el más pavoroso silencio y con la complicidad de la OTAN y las potencias occidentales, realiza acciones similares contra el pueblo kurdo, el propio canciller armenio Edward Nalbandian, quien en su sangre, lleva el ADN de la sobrevivencia ante una crueldad que no tuvo límites, debió salir al paso del primer ministro turco Ahmet Davutoglu quien comparó los hechos que están teniendo lugar en las zonas turcas controladas por los kurdos, a lo ocurrido hace 100 años en las provincias armenias del Imperio Otomano.

Las declaraciones del canciller armenio se producen en reacción al hecho de que Davutoglu afirmó que los actuales militantes kurdos son similares a los “bandidos” armenios. Hablando en la Universidad Estatal de Ereván, capital armenia, Nalbandian señaló que las autoridades turcas están amenazando a los kurdos por la misma razón que a ellos y consideró la postura de Ankara como un mensaje para la comunidad internacional sobre lo que puede suceder a los kurdos en Turquía. “Nada ha cambiado en las élites gobernantes turcas en los últimos 100 años”, dijo.

Por otra parte, la posición de Turquía en el conflicto de Siria y su alianza con Arabia Saudita, Israel y Catar para apoyar al terrorismo que asola a ese país y a parte importante del Medio Oriente, es expresión de su absoluta falta de escrúpulos en la relación con sus vecinos. Su obsesión por derrocar al gobierno del presidente sirio Bashar Al-Ásad le nubla la razón y lo lleva a establecer relaciones fraternales con quien públicamente dice son sus enemigo: Israel, por sionista, Araba Saudita, por las profundas contradicciones entre wahabitas y la Hermandad Musulmana e Isis y el frente Al Nusra por terroristas. Pura hipocresía y mentira falaz, engañan a su propio pueblo, mientras se vinculan con estos, sus aliados más próximos, todos cobijados por el paraguas protector de Estados Unidos.

Y ahora, en una nueva faceta, han amenazado a Europa con dejar pasar hasta 2.5 millones de refugiados de un conflicto que la propia Turquía ha creado junto a sus aliados. Los éxitos militares del ejército sirio, apoyado por Rusia, Hezbollah, los milicianos iraquíes, las fuerzas populares kurdas e Irán han cortado las vías de suministro de Turquía a los terroristas del Frente Al Nusra y de Isis, todos unidos por su común objetivo de intentar derrocar al presidente sirio. No obstante, el incremento de las acciones bélicas favorables a Damasco ha aumentado aceleradamente el número de refugiados. Turquía ha cerrado sus fronteras para buena parte de ellos, pero juegan a chantajear a la Unión Europea (UE) con el fin de recibir apoyo político y “carta blanca” para su demencial política criminal. Ha sido la propia alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, quien le llamó la atención a Ankara “Hay un deber moral y legal de proteger a los que necesitan protección internacional […]. Es incuestionable que la gente que viene de Siria necesita protección internacional”. Al final terminó aceptando el pago de 3 mil millones de euros para que Turquía atienda a los refugiados en su suelo y los contenga, privándolos de entrar a Europa.
En su desesperación, pareciera que Erdogan pasa a una nueva fase, ya no solo ataca a sus enemigos para proteger a sus aliados, ahora también amenaza a sus propios vecinos. Si esto no es un peligro, ¿cómo se llama?

sergioro07@hotmail.com


Publicación Barómetro -14-03-16

viernes, 11 de marzo de 2016

Por Ricardo Daher ¿A dónde va Europa?


¿A dónde va Europa?


Por Ricardo Daher

Los atentados en Bruselas, sede de la Unión Europea, ha provocado una lógica y comprensible reacción de indignación y repudio en todo el mundo. Aunque nadie se ha atribuido los atentados, todo parece indicar que se trataría de militantes del Estado Islámico, conocido por su sigla en inglés ISI.
El hecho ocurrió en la fecha límite establecido por Rusia para que Estados Unidos decida cómo actuar en Siria para mantener el débil cese de las confrontaciones. Rusia alega que el ISI está atacando poblaciones civiles y que se hace insostenible la situación y reclama el cese de la pasividad norteamericana y europea.

Por cierto, los gérmenes del ISI fueron respaldados, apoyados y entrenados por Estados Unidos y aliados europeos para derrotar a Kadaffi en Libia, y como ya pasó con los muhayedines afganos, también respaldos por los países occidentales, adquirieron autonomía y desataron el extremismo religioso conservador que siempre tuvieron.

Tres días antes de los atentados de Bruselas, Europa acordó con Turquía como frenar la ola de inmigrantes adelantando un fondo de 3.000 millones de euros al gobierno de Ankara. El gobierno del presidente Erdogan, ha sido acusado por Rusia de servir de puente a las exportaciones de petróleo del Estado Islámico, otra extraña relación entre el ISI y Europa.
El llamado viejo continente en tanto sigue mirando para el costado cuando la coalición liderada por Arabia Saudita bombardea poblaciones enteras en Yemén, al tiempo que apoya las propuestas de la oposición siria de dividir el país, como se hizo con Yugoslavia.

El compartible rechazo a las acciones terroristas de ISI, que no se debe limitar solo a sus acciones en Europa, ha contribuido también a exacerbar el sentimiento anti árabe y anti inmigrante en el viejo continente.
Los partidos de extrema derecha han multiplicado el apoyo electoral en los últimos cinco años y han comenzado a extenderse en toda Europa guardias de choques neonazis que patrullan las calles de varias ciudades, atacan inmigrantes sospechosos e incendian locales preparados para recibir refugiados, o directamente lugares de asilos ya habitados.

El grupo denominado “Los soldados de Odin” abarca ya más de 50 ciudades en los países nórdicos. El grupo creado por un neonazi finlandés se ha extendido a los demás países nórdicos y nuclea desde pandillas de motociclistas dedicadas al narcotráfico, extorsión y asaltos a blindados, a grupos que reivindican la ideología nazi fascista.
Este lunes hicieron una demostración de fuerza al patrullar las calles de varias ciudades suecas ante la pasividad policial.

En caso de haber elecciones en Suecia, la coalición de derecha volvería al poder solo por su prédica antiinmigrante. El gobierno socialdemócrata en tanto comienza a adoptar posiciones similares a la de la oposición en el tema.

En Alemania, el pasado 12 de marzo, los grupos antiinmigrantes de extrema derecha lograron un importante avance en las elecciones regionales, y el partido Alternativa para Alemania logró entrar en el parlamento regional por primera vez, obteniendo más del 24% de los votos, siendo la segunda fuerza más votada en Sajonia. El próximo año se llevarán a cabo las elecciones para el parlamento nacional, quien elegirá después al canciller o jefe de gobierno.
Los partidos de la derecha tradicional conservadora tienen cada vez más difícil formar gobierno sin contar con la extrema derecha, y los partidos socialdemócratas no se presentan como alternativa, sino que se corren también hacia el conservadurismo, asumiendo posiciones de la derecha conservadora, haciendo casi imposible que el electorado los diferencie.

Al mismo tiempo que crecen los partidos racistas y xenófobos, los organismos técnicos advierten que Europa necesitará mano de obra inmigrante para sostener la economía y financiar las pensiones de los europeos que se jubilan.

Un informe de la Comisión Europea conocido el año pasado advierte que el continente necesitará sumar 50 millones de trabajadores hasta el 2050 si quiere mantener su sistema social debido al envejecimiento de la población. La única forma de lograrlo es admitir mano de obra extracomunitaria.
La canciller alemana Angela Merkel anunció el pasado año que recibiría a un millón de inmigrantes, es que Alemania es el país con la edad media más alta del mundo.

Europa se debate entre la necesidad de atraer e integrar inmigrantes a su mercado laboral, y la prédica derechista que reclama una “nación pura” libre de inmigrantes de otras culturas.

Algunos observadores encuentran ciertas similitudes entre el clima político que se está gestando en Europa, y el que existía en la previa al ascenso al poder de Adolf Hitler en Alemania en 1932. Habrá que ver si los líderes europeos encuentran el rumbo o se mantienen como dirigentes de una Unión que no se atreve a jugar un papel en un mundo multipolar, aceptando su rol de segundón de Estados Unidos.

Ilka Oliva Corado Fanáticos del chauvinismo


Fanáticos del chauvinismo


Por Ilka Oliva Corado

Más allá de una identidad propia, los seres humanos hemos crecido en sociedades patriarcales, y teniendo como fuente de aprendizaje el clasismo, la discriminación, la misoginia y el colonialismo que, a lo largo de nuestra vida vemos también como parten de nuestra cultura y está enraizado en lo más profundo de nuestros patrones de crianza. Mismos que traspasamos de generación en generación, sin la menor intención de modificar y erradicar por el bien de nuestra humanidad.

Respecto a esto último nos convertimos entonces en fanáticos de un nacionalismo paranoico y egocéntrico que nos condena a glorificar banderas y fronteras que nos fueron impuestas, y a afirmar con insolencia que nuestro país de origen es lo mejor en todo. Por lo tanto nosotros por haber nacido en él levitamos en órbitas propias de la presunción.
Y celebramos colores, y cantamos himnos de los cuales no sabemos siguiera el significado de la primera estrofa. Los cantamos porque nos los enseñaron en la escuela, porque nos dijeron que son parte de nuestra identidad colectiva y nacionalidad. Y aflora nuestro egoísmo patrio, y nuestro fanatismo perturbador que a través de la historia ha hecho retumbar ríos de sangre.

Para comprender lo perjudicial de ese chauvinismo no tenemos que estudiar filosofía, ni geopolítica y mucho menos doctorados en ciencias sociales. Tan solo necesitamos recurrir a nuestro sentido común. Del chauvinismo entiende mejor un nativo de un pueblo inhóspito que no ha tenido acceso a la “civilización” que un letrado. Porque el letrado es cautivo del modelo de educación impuesto por políticos y oligarquías mundiales que manejan el poder del capital.

Estamos muy lejos de alcanzar como humanidad la premisa de José Martí: “Ser cultos es la única forma de ser libres”. La educación formal es uno de los mejores recursos para la manipulación de las masas, mientras esté en manos del capital. Mientras las rebeliones sigan dormidas. Mientras que esos eruditos no se pronuncien e impulsen la insurrección para la liberación de sus pueblos.

De ese nacionalismo estúpido deriva nuestra apasionada defensa de una nación que nunca existió, que no existe y que no existirá, porque la patria deber es el mundo. La patria es la tierra. Porque como lo dijo claramente Cristina Fernández: “La patria es el otro”. Y ese otro no importa en qué país haya nacido, qué idioma hable, de qué color sea su piel, se trata de humanidad. De lo que hemos perdido. Se trata de recuperar la sensibilidad.

Y aquí no caben fanatismos, lo que sí cabe es el amor, la integridad, la conciencia, la lucha incansable por la liberación de los pueblos. Por la defensa del ecosistema. La defensa de la dignidad humana. ¿Necesitamos patria? Pues nuestra patria debería ser la intemperie donde vive el indigente. No deberíamos irnos tranquilos a dormir mientras alguien duerma en la calle. La patria debería ser el abrazo hermano, la mirada que cura, la palabra que se respeta. La comida compartida. Nuestra patria debería ser la equidad y la igualdad de derechos para todos. Nuestra nación debería ser nuestro pensamiento convertido en acción consecuente, humanizada.

Para alcanzar lo excelso de lo que debería ser la patria tendríamos que liberarnos de clasismos, de xenofobias y erradicar esa cultura colonizada. Y tendríamos que sentirnos seres sin banderas y derribar las fronteras. Hermanarnos. Nuestra única patria tendría que ser la justicia social. La equidad. Nuestra única bandera tendrían que ser (si en caso necesitamos una) las sonrisas de las crías. U nuestro único himno el del canto de las aves y el retumbar de los ríos.

Mientras sigamos de narcisistas (en todos los sentidos) enardecidos en ese fanatismo del nacionalismo, sin convicciones propias de un camino hacia la liberación de los pueblos, seguiremos siendo esclavos de nuestros miedos, de nuestra mediocridad, de nuestra hipocresía, de nuestra sangre de horchata. De nuestra palabra mancillada. De nuestro clasismo y xenofobia. Seguiremos alabando banderas y defendiendo fronteras para el bien de las grandes corporaciones mundiales. Mientras sigamos siendo esclavos de nuestra indiferencia y sigamos irrespetando nuestra consistencia humana, seguiremos lisonjeando nacionalismos estúpidos que solo nos llevan a la destrucción de la humanidad.

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado Blog de la autora: Crónicas de una Inquilina