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jueves, 29 de enero de 2009

LA PERTINENCIA DEl TÍTULO EN LA INVESTIGACIÓN Henry Tovar


La grandeza y la superioridad de la ciencia natural del siglo XVI y XVII reside en que los investigadores eran todos filósofos. Ellos sabían que no había meros hechos, sino que un hecho sólo es lo que es a la luz de un concepto fundamentador y según el alcance de tal fundamentación. Martín Heidegger




Henry Tovar

Deseo referirme brevemente y de modo esencial a un contenido propuesto por Ana Sarelda, el cual lleva por título, "La necesidad del título en el trabajo de investigación." Ciertamente, este requisito suele ser materia incomoda, fundamentalmente para los investigadores, pero también para los periodistas y aún para escritores avezados en áreas distintas de la investigación. Esta materia parece objeto de exquisita discusión académica, y de igual modo, materia con frecuencia poco abordada. Mi aprecio por el tiempo y la escasez temática sobre el tema, en mis propios anaqueles, me obliga fundamentalmente a opinar.


Es sabido que la correcta enunciación del título en una investigación, facilita primeramente, la focalización del problema; también el reconocimiento inicial del texto o tema, subtexto y el contexto implícitos en una investigación. Podría decirse que constituye el punto inicial necesario para el planteamiento del problema. Caso menos probable, el punto terminal de una investigación. Salvo que, como ocurre de modo infrecuente con algunas investigaciones históricas, la precariedad documental o la ocurrencia de determinados hallazgos, desvíe al investigador de su objeto inicial de estudio.

Es posible y frecuente que la enunciación inicial se modifique sucesivamente durante la fase del planteamiento del problema, y en diversos casos, durante el desarrollo de la investigación. A veces, es necesaria la modificación, entre otros motivos para mejorar la sincronía entre los diversos asuntos expresados en el planteamiento inicial, por ejemplo entre la definición y las finalidades.

La selección del título, raramente o excepcionalmente, debería constituir un dilema en el caso de la investigación. El título debe reflejar la naturaleza del problema, su contexto, y debe tener la rigurosidad, contraria a la vaguedad y a la sugestividad, deseables en la creación artística.

En la literatura, propiamente hablando, los cambios radicales son más frecuentes. En ese campo, la selección final del título, generalmente no deja de producir cierta angustia creadora y fértil. En la investigación, diferentemente de la literatura, el título es por lo general, el precedente deseablemente riguroso del planteamiento del problema. En la literatura artística el título es importante, pero menos substancial. La buena obra literaria resiste el peor de los títulos. "Basura," por ejemplo, título de una novela del escritor colombiano Héctor Faciolince, no concuerda con su excelente calidad novelística. O bien "La Ostentación de la Ignorancia," o "Buchipluma", son títulos bastante retóricos, superiores a las obras de sus autores, cuyos nombres ya no recuerdo. O bien "La Ballena Rosada de Jonás," novela con título poético, bastante sugerente, de un libidinoso escritor argentino. En fin, en literatura el título puede ser garbozo, agudo, exquisito, o contrariamente: inexpresivo, anodino o ñoño.

En la investigación son exigencias, la precisión, la concordancia y una deseable brevedad. La redacción de títulos adecuados a los contenidos es ciertamente un problema bastante común, pero la unicidad o la complejidad de los temas, hace que la titulación sea el contenido menos enseñable en los cursos de metodología. No obstante, podría parecer artificiosa la investigación que, una vez concluida, no tenga aceptablemente enunciado su objeto de estudio.

El problema del título es tópico poco abordado, con profundidad, por los metodólogos. Pareciera que no constituye un problema de primerísimo orden para la investigación, no así el carácter metodológico de la propuesta. El marco conceptual, en cual se analiza el problema, es el que condiciona las posibles orientaciones de la investigación. Eso lo intuyó Martín Heidegger, quien escribió ¿Qué es la Cosa?, propuesta filosófica y libro de doscientas catorce páginas (parece ocioso), escrito para explicar, ¿Qué es la cosa?, una cosa, cualquier cosa.

Henry Tovar