viernes, 4 de marzo de 2011

¿De dónde viene el Himno Nacional?

Mario Torrealba Lossi
I
Antes que dediquemos nuestra atención a los personajes más importante de nuestra historia – en primera instancia a los del siglo XIX, para no irnos más lejos – bueno es que mencionemos a los más grandes personajes que a lo largo de ese importantísimo lapso, no solamente desarrollaron sus valores intrínsecos sino a los que le dieron el gentilicio una significación extraordinaria, gracia a cuanto esto significaron, y ahora más todavía, dentro del proceso tan complejo que desarrollaron a través del tiempo.

Decíamos lo anterior arrancando desde la Independencia y culminando – ahora más – con motivo de las circunstancia que nos une al siglo XXI

Sí comenzamos con los pendones de Bolívar, de Miranda y del Mariscal Sucre, y culminamos con otras grandes figuras de nuestra historia, tendríamos que concluir en que nos faltarían solamente las de Bello y de Simón Rodríguez para completar la quinaria de los personajes sublimes de la nacionalidad.
Cada un de ellos hubo de cumplir una función excepcional dentro del complejo mundo de la hispanoamericano.

En verdad que desde los días primigenios de nuestro países, Venezuela fue – más que otras naciones – la que hubo de marcar la ruta de los otros pueblos continentales, dando los hombres de mayor brillantez, sin excluir a San Martín, O Higuins y al resto de los que ya hemos mencionado.

En sí, que no existen otros personajes cuya participación – tan singular, lo decimos – haya tenido una mayor tesitura dentro del conjunto de nuestros pueblos y cuya importancia hubo de haber dejado imborrables huellas.

Bastaría establecer las comparaciones que unen al Zeus supremo – Simón Bolívar – con Miranda y con el Mariscal Sucre, en el campo militar; y a don Andrés Bello y a Simón Rodríguez tan diferentes en cuanto al carácter, pero tan geniales el uno y el otro en lo que concierne a las personalidades que hubieron de corresponderles a los extraordinarios humanistas citados en cuarto y quinto puestos.

Cuantas veces hacemos mención de los nombres del Libertador, de Miranda y de Sucre nos sorprendemos de su grandeza. Pero es raro como Bolívar, siendo de carácter propenso a la exaltación pudo congeniar su idiosincrasia con ambas figuras. Como bien decía Blanco Fombona, Simón Bolívar parecía un fulminante rayo y su estilo, como su modo de ser y sentir, no tendían a ser calmos y accesibles para vadear cualquier situación Sucre, en cambio, fue muy distinto.

Sí revisamos la formula que el genio caraqueño trazó del cumanés, observaríamos que ellos discreparon en cuanto a la forma de reaccionar ambos.

Sus caracteres fueron diferentes, puesto que sí Blanco Fombona pintaba a nuestro Libertador como un personaje de movimientos y acciones rápidos, aunque propios de una hiperquinesis que le venía desde (la niñez), el gran estratega de Ayacucho fue distinto en cuanto a otros modos de comportamiento y psiquis.

En la biografía de borrones y tachados que el caraqueño le entregara a uno de sus secretarios – como lo fuera el Coronel Juan José Santana – se nota que el texto inicial de aquella exaltación hecha por el Libertador, con le propósito de elevar la psicología del sucrense, aparecen los borrones que acostumbraba a diario Simón Bolívar, cuando sus pareceres no se amoldaban al estilo “volador” de que siempre habló Rufino en uno de sus libros, visto por sí mismo.

Por desgracia, nunca supimos cómo era el timbre de voz de Bolívar, ni tampoco cuál era su manera de caminar, de leer y de repetir ciertos idiolectos o modos de su habla y en fin de otros caracteres propios de su personalidad. Sabemos que era inquieto y que gozaba de mucha rapidez para caminar, correr y saltar por sobre el lomo de un caballo, por lo que sabemos que lo hacía bastante bien.

Según contaba Páez en su autobiografía – y también lo corroboraba Soublette, el Libertador no daba paso atrás sí tomaba una decisión. Siempre las meditaba, como se vio obligado a hacerlo con Piar.

Cuando ocurrió la ejecución de este, Bolívar se asomó discretamente al sitio del pelotón y – según se cuenta – se le salieron al Libertador varias lágrimas.

Con ello indicaba el gran dolor que sentía. Y mucho más fue su pena cuando supo del vil asesinato de Sucre, que lo mantuvo muy triste por varios días. “Ha muerto el Abel de Colombia”, se limitó a exclamar sumamente consternado.

El libertador sentía muchas muestras de dolor, y para él la amistad – mucho más lo ocurrido por el sicariato de Berruecos, y también por el avance su enfermedad ya crónica, lo hacía cambiar y llorar como expresión propia de su estado de animo. El supremo héroe fue demasiado humano. Siempre fue así.

II

Hablando de otro modo, ojalá poseyéramos una noción más profunda de la psicología de Bolívar, así como de los dolores que hubo de experimentar a lo largo de su vida. Tan bien llamado “el hombre de las dificultades” Bien es sabida la serie de cartas y otros documentos que se perdieron a causa del hundimiento del barco “Ville de Havre” en donde iba, además, como pasajero – 23 de noviembre de 1873 – Felipe Larrazábal, quien fuera una de las fatales víctimas de aquella tragedia. Larrazábal, biógrafo del Libertador, viajaba con el propósito de editar partes de las cartas y otros ensayos que se perdieron, para siempre, del Padre de la Patria. ¡Cuántos valores del gran personaje se fueron a pique ; y nunca más ninguna generación sabrá que se perdieron para siempre en dicho accidente; en especial las cartas de amor y los recuerdos que el historiador caraqueño también conoció , sin que las nuevas generaciones pudieran percatarse de los tesoros que había en el alma bolivariana, tan pletórica de secretos insondables. Sería muy probable que hoy conociéramos, más a fondo los ideales del guardián de nuestras nacionalidades.

No obstante y como hemos visto a través de la pluma de Larrazábal, tan admirador como lo fuera del padre del bolivarianismo, el libro de Literatura, de Ciencias, y de Bellas Artes, que ya hemos leído varias veces, nos diría mucho más de cuanto sabemos del supremo Zeus de la patria mestiza.

Por lo demás, Bolívar debió conocer a fondo las características de la Sociedad Patriótica y especialmente de cuanto en su corta vida supo de nuestra patria, en especial, lo referente a los intríngulis de la independencia del país, que fue difícil.

Según se supone – y refiriéndonos al Gloria Bravo Pueblo - nada tuvo que ver con don Andrés Bello con la letra de ese Himno. Nada, por lo que sabemos que el autor de las Silvas pudiese haber escrito la letra de dicho canto, supuesto negado. Ambos personajes – Vicente Salias y Juan José Landaeta - murieron fusilados poco después de haber realizado su hazaña. ¡Cómo lamentamos tamaña crueldad!.

El Gloria al Bravo Pueblo fue el fruto de la nacionalidad indenpendentista. Además, el estilo poético de Bello era de otra naturaleza y nada tuvo que ver con ciertas versiones que no cuadran, ni en forma alguna, ni en estilo. Por otra parte, los Salias pagaron caro con sus vidas el derecho a la libertad, lo mismo que hubo de ocurrir con Juan José Landaeta, víctima, como otros muchos, de su patriotismo. ¡En otro artículo insistiremos en las cuestiones inherentes al problema planteado. ¡Salud, amigas y amigos!

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